sexta-feira, 3 de outubro de 2014

El viento anunciando la aurora

Recostada en el coche cerré los ojos y me puse a soñar. Pronto ya no me acuerdo de nada, solo de la mano que poco a poco se acercava a mi pelo. Hago confusión, tengo ganas de sonreir, ganas de llorar, ganas de lograr a ser solo eso: un pelo que se deja llevar por su mano en movimientos que no conozco. Quizás no sea sueño, sino una señal para que yo no abriera los ojos y me abriera adentro. Pues si, me abri, como quizo aquella mano. A veces las ganas de abrirme los ojos casi me despertaba, y asi, como que inesperadamente, un viento caliente en mi mejilla me dijo:  Aquiétate! Así me encuentro: como si el viento calientito de su boca estuviera siempre a soplar mis mejillas. Cuando el viento se fue, la misma mano me regaló a unas gafas de sol, oscuras, para que yo siempre tuviera los ojos abiertos adentro.

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